miércoles, 18 de septiembre de 2013

El Hombre y sus acciones, reflejos de su tiempo. EL BELLO EVOLUCIONISMO DE MARX.

¿Sería posible Aquiles con la pólvora y las balas? ¿O, en general, la Ilíada con la prensa o directamente con la impresora? Los cantos y las leyendas, las Musas ¿no desaparecen necesariamente ante la regleta del tipógrafo y no se desvanecen de igual modo las condiciones necesarias para la poesía épica?

Pero la dificultad no consiste en comprender que el arte griego y la epopeya estén ligados a ciertas formas del desarrollo social. La dificultad consiste en comprender que puedan aun proporcionarnos goces artísticos y valgan, en ciertos aspectos, como una norma y un modelo inalcanzables.

Un hombre no puede volver a ser niño sin volverse infantil. Pero, ¿no disfruta acaso de la ingenuidad de la infancia, y no debe aspirar a reproducir, en un nivel más elevado, su verdad? ¿No revive en la naturaleza infantil el carácter propio de cada época en su verdad natural? ¿Por qué la infancia histórica de la humanidad, en el momento más bello de su desarrollo, no debería ejercer un encanto eterno, como una fase que no volverá jamás? Hay niños mal educados y niños precoces. Muchos antiguos pertenecen a esta categoría. Los griegos eran niños normales. El encanto que encontramos en su arte no está en contradiccción con el débil desarrollo de la sociedad en la que maduró. Es más bien su resultado; en verdad está ligado indisolublemente al hecho de que las condiciones sociales inmaduras en que este arte surgió, y que eran las únicas en que podía surgir, no pueden volver jamás.

Karl Marx, en Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (1857-1858).

miércoles, 3 de abril de 2013

La percepción, engaño de la eternidad.


Un día o una noche —entre mis días y mis noches, ¿qué diferencia cabe?— soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir, indiferente; soñé que despertaba y que había dos granos de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárcel y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando; con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil; la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo; no has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro y así hasta lo infinito, que es el número de los granos de arena. El camino que habrás de desandar es interminable y morirás antes de haber despertado realmente.

Jorge Luis Borges en La Escritura del Dios [El Aleph] (1949).

sábado, 16 de febrero de 2013

No hay palabras sin Memoria.


GAETANO

PADRE Y MADRE VINIERON DE ITALIA porque allá éramos muy pobres. Muy pobres. Más pobres que toda la pobreza que hayas visto. Claro que esa no es razón para el abandono. Una vez le pregunté a ella que cómo era posible haberlos dejado a Vicenzo y a Nicola[i], si no tenía remordimientos. Me miró con los ojos llenos de lágrimas. Pero no habló. Y luego, a la noche, le contó a padre. Y él vino y me pegó una cachetada que me tiró contra la pared. Y después dos cintarazos en el lomo.
Él era así. Todo lo resolvía pegando, golpeando. No tenía argumentos, no los daba. Ni explicaciones. Decía: “Así aprenderá”. No había día que no me pegara. Madre lloraba. Y cuando quería intervenir para defenderme, él la golpeaba también a ella. Y le gritaba que iba a tener la culpa si yo salía marica.
No tengo buenos recuerdos de esa época. La memoria, como ves, a veces sólo sirve para el dolor. Y sin embargo tenemos que exprimirla como una naranja. Revisarla. Porque la memoria está antes de la palabra. Es la que permite el uso de la palabra. La justifica; la ensancha. No hay palabra sin memoria. Digo yo. Me gustaría que lo pienses. Por eso vengo. Para contarte estas cosas.
El día que mataron a padre yo suspiré de alivio. Me puse contento. Pensé que todo iba a cambiar. Porque no sólo él era así; también sus amigos. Todos iguales: italianos duros, rústicos, brutos. Como Beppo Quatrocchi, uno que solía venir a beber vino a la casa. Yo sentía terror ante su presencia. Era tan grande como padre, de cejas unidas sobre la nariz, negrísimas. Y llevaba colgada del cuello, con una cinta de cuero, una botellita cuadrada, de forma extraña. Dentro de ella, en formol, conservaba un pedazo de lengua humana. De uno que habló demasiado ­–decía−. Se la corté por charlatán”. Y se miraban con padre y se reían a carcajadas. Toda la casa parecía temblar. Y luego tomaban vino y hablaban del socialismo. Y madre lloraba. Siempre lloraba. En silencio.
A veces, yo me escapaba y volvía muy tarde, casi de noche. Igual sabía que iba a cobrar mi paliza. Pero necesitaba perder el miedo. Al menos fuera de la casa. Andaba por las vías, vagaba por la estación.
Me gustaba mucho caminar. Siempre fui muy andariego. Cuando chico, algunas veces íbamos con madre al centro. A madre le gustaba visitar librerías. Después que padre murió, íbamos a comprar libros por lo menos una vez a la semana. Después nos dábamos una vuelta por la Plaza de Mayo. Que antes estaba llena de palmeras y tenía una hermosa recova en el medio. Era un paseo precioso, con mesitas de hierro en las veredas de los bares y confiterías. Por ahí desfilaban marineros de todo el mundo, inmigrantes, y se hablaban las lenguas y dialectos más asombrosos. El castellano era casi desconocido. Los sábados y domingos pululaban vendedores de todo tipo de mercancías. Los negros eran buenos pasteleros y hacían unas mazamorras deliciosas. Llevaban unos canastos enormes y eran muy simpáticos. Siempre estaban cantando. También podían verse algunas mujeres, casi inexistentes durante la semana. Pero el Intendente mandó a demoler la vieja recova y recortó el Cabildo para abrir la Avenida de Mayo. Mucha gente se opuso a esas obras. Que eran, se decía, un negociado.
−No hay que destruir; hay que hacer –decía ella−. Si no, cómo van a ser los argentinos: irrespetuosos del pasado y sin conciencia arqueológica. Por su afán de ser europeos caen este modernismo destructor y ridículo. No advierten que los europeos son respetuosos de su pasado.[ii] Hacen guerras todo el tiempo pero siempre dejan en pie catedrales, pinacotecas y museos. A este paso éste país va a ser un país de nuevos ricos, de la pura jauja. Nunca sabrán ser humildes y el día que sean pobres no van a soportarlo.
Cuando esas obras se estaban haciendo, fue que mataron a padre. Y ella empezó a cambiar tanto. Bueno, todo cambió. Hasta el paisaje, digo yo. Porque para el muchacho que yo era lo que en realidad estaba cambiando era mi vida. Las obras continuaban cuando terminó el siglo, que todo el país esperó con muchos nervios. Se creía que algo terrible iba a suceder, pero madre decía que no debíamos pensar en las premoniciones del Prete Rocco sino en algo positivo. El nuevo siglo debía significarnos dicha y ventura, y fortuna para hacer venir a Cenzino y Nicoletto. Se le llenaban los ojos de lágrimas cuando los mencionaba. Culpas, yo sabía. No dejan vivir. No dan paz. Son como el miedo.




[i] Nota propia: En la historia, Nicola y Vicenzo eran los hijos de la pareja emigrada, es decir, los hermanos de quien relata. Cuando vienen de Italia, eran tan pobres que tuvieron que dejar a dos de sus hijos en Europa. Nunca más los vieron.
[ii] Nota propia: La señora a la que se refiere el relator es su madre. Italiana. Era una persona con sentimientos ambiguos de nacionalismos mezclados, entre su identidad italiana y su profundo valor y reconocimiento a la patria que la había recibido.

Mempo Giardinelli en Santo Oficio de la Memoria (edhasa).

jueves, 14 de febrero de 2013

La intimidad de las grandes Fiestas.

Habría aceptado sin cuestionarla la información de que Gatsby surgió de los pantanos de Luisiana o de la parte baja del East Side de Nueva York. Pero los jóvenes no al menos desde mi inexperiencia provinciana yo creía que no− llegan tranquilamente de la nada y compran un palacio en el estrecho de Long Island.
De cualquier modo da grandes fiestas −dijo Jordan cambiando de tema con urbano desagrado por lo concreto−. Y a mi me gustan las fiestas grandes. Son tan íntimas. En las fiestas pequeñas no hay ninguna intimidad.

Francis Scott Fitzgerald en El Gran Gatsby (Losada).

miércoles, 13 de febrero de 2013

Racionalidades del Tiempo.

Buenos días –dijo el mercader.
Era un mercader de píldoras perfeccionadas que aplacan la sed. Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber.
−¿Por qué vendes eso? –dijo el principito.
−Es una gran economía de tiempo –dijo el mercader−. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
−Y, ¿qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
−Se hace lo que se quiere…
−Yo, se dijo el principito, si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría muy suavemente hacia una fuente…

Antoine de Saint Exupéry en El Principito (Emecé).

lunes, 11 de febrero de 2013

Maquiavelo ¡el amigo de todos!

No nos preguntaremos [...] si  nuestro Maquiavelo es o no un científico, si es "autoritario" o "democrático", si es de derecha, de izquierda o de centro.
[...] Nos limitaremos a intentar hacernos merecedores de su principal enseñanza: que la Historia y la Política es una zona de conflicto, en perpetuo proceso de redefinición en la lucha por la refundación permanente de la polis [...] y que se desarrolla en la praxis cotidiana, "dentro" o "fuera" de las instituciones y de la cultura en su sentido más amplio. El "Clásico" Maquiavelo todavía no es esto, aquello o lo de más allá: Maquiavelo es un campo de batalla.


Eduardo Grüner en Filosofía Política Clásica Compilador: Atilio Borón (Luxemburg) 

viernes, 14 de diciembre de 2012

La crueldad "altruista" de Freud

Por cruel que parezca, debemos cuidar que el sufrimiento del paciente, en un grado que resulte efectivo de un modo u otro, no termine prematuramente. Si, debido al hecho de que los síntomas se hayan apartado y hayan perdido su valor se mitigara su sufrimiento, debemos reponerlo en otra parte en forma de alguna privación apreciable; de otro modo, corremos el peligro de no alcanzar nunca sino mejoramientos muy insignificantes y transitorios.


Sigmund Freud (KI).